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Saturday, July 30, 2011

Aquel Cine Intermezzo 3

Aquel Cine Intermezzo 3
Por: Darío Valle Risoto


La otra noche estaba con un amigo en un bar y fui al baño, cuando bajé por esa escalera angosta y me sobrecogió el aroma a orines mezclados junto al de la suciedad del lugar, sentí una inesperada nostalgia por aquel cine Intermezzo de mi barrio que tenía el mismo tipo de baños estilo “Mazmorra” donde había que bajar larga escalera para encontrarnos con un sótano completamente cubierto de azulejos amarillentos y varios cubículos con tazas “Turcas” donde si había que hacer el "número dos" había que agacharse en una posición muy comprometedora cuando no hermana del vértigo al ver a las insoldables profundidades del agujero donde “depositar”.

Hoy que asisto a los pequeños cines donde se agolpan la tecnología más avanzada en visión y sonido, ya no encontraré los viejos reflejos del proyector sobre la sábana sucia de la pantalla ni los problemas con el sonido ni los cortes abruptos de la emisión porque el celuloide se prendió fuego o se escapó de sus dientes.
Completamente cómodo en las butacas acolchadas con poza brazos para poner mi refresco extraño aquellos sillones de madera recubiertos de cuero que apenas llegaban a la mitad de la espalda y producían toda suerte de dolor de huesos si uno veía una matinée de varias horas.
También siento nostalgia por esos cines enormes con dos corredores y tres grupos de decenas de asientos, donde la espera era acompañada por el lento apagado de las luces que le indicaban al caramelero que debía dejarle lugar a la fantasía de los espectadores.

Recuerdo los enormes cortinados rojos o negros, el retumbar de los pasos en el piso de madera y que muchos cines tenían un piso alto con más butacas que se habilitaba cuando le público era tanto que ya no quedaba lugar abajo, para muchos niños tirar escupitajos desde arriba y sobretodo a los calvos era un excelso deporte que a veces terminaba en la expulsión de la sala bajo el chiflido de decenas de personas.

La última fila era para los novios que poco interés tenían en el séptimo arte y las filas de los costados eran elegidas por los que se resignaban a no encontrar lugar en el ala central o que  preferían ver desde otro ángulo la pantalla que era gigantesca.

Hace algún tiempo Guely me hizo recordar que del cine muchas veces nos retirábamos llenos de pulgas y nunca había pensado sentir nostalgia de la falta de limpieza de aquellos mundos de fantasía que muchas veces nucleaban personas muy pobres y hasta emigrantes del interior que sin tener donde dormir iban a dormir la siesta a los cines mientras buscaban trabajo y refugio en Montevideo.
Tampoco faltaban los solitarios que se metían a dejar pasar la vida en la oscuridad de las salas mientras algunos mundos lejanos y fantasiosos les mostraban lugares  que solo podrán ver en sus sueños, tal vez esa era la magia más intensa de escapar del gris país sin nombre para encontrarnos en la brumosa Londres, las calles de Nueva York o la órbita de un ignoto planeta en alguna lejana galaxia.

 Los posters pertenecen a sendas películas que en mi niñéz me impactaron en aquel querido cine Intermezzo

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